¿Qué es peor para el poker: profesionales histéricos o payasos insoportables?
Para resumir lo sucedido: el canadiense Griffin Benger levantó a 875.000 con ases, el británico Will Kassouf 3-betteó a 2.3 millones con reyes, y el canadiense metió cuarta llevando la apuesta a 5.6 millones, ambos con casi 20 millones atrás. Hasta ahora, un cooler en formación, sin más detalles. Pero una vez que Kassouff entró en calor con su clásica chachara en busca de señales y gestos, Benger explotó, llamándolo «abusador verbal», «mala persona» «bully (patotero)» y pidiéndole que «controle sus privilegios» (?). Todos los jugadores de la mesa, ya cansados de las maneras persistentes del británico, parecieron aliarse con Benger, aprobando cada palabra que salía de su boca.
El debate sin duda florece de esta situación: ¿fue desmedida la reacción de Griffin? ¿Acaso la incesante artillería verbal de Kassouff merecía tal reprobatoria réplica? Esta no fue la primera ocasión donde surgió esta cuestión polémica.
Las monadas del británico en repetición agotaron la paciencia de las mesas como es evidente a través de la cobertura en video de la WSOP, ¿pero acaso no es más reprobable la explosiva reacción del supuesto profesional Benger, una persona de la cual esperamos reacciones frías, dominio mental y ejercicio sobre el tilt y las turbulencias emocionales? Kassouff ha sido el eje de atención en las mesas y su estrategia de dominar mentalmente a los rivales, metiéndose en la piel de los jugadores y estresándolos al punto de sacarlos de balance fue un rotundo éxito, que sin duda le permitió llegar tan lejos. La colusión implícita que armaron los otros jugadores contra él parece atentar contra la salud del juego como espectáculo, incluso espantando a posibles fanáticos y amateurs de las mesas, que es lo que el poker siempre necesita.
Los profesionales no deberían estar espantando y agrediendo a estos tipos de jugadores recreacionales, sino todo lo contrario, deberían hacerlos sentir cómodos, aún a pesar de sus estrategias y costumbres exasperantes. Jared Bleznick, incluso, en un momento se burló del estilo de juego de Kassouff, provocándolo y bromeando sobre que es «un regular de Bounties de U$S 11» en PokerStars, dando a entender que estaba muy por debajo del nivel de la mesa. El poker, además, necesita de estos jugadores controversiales para armar un producto interesante y atractivo para las masas y espectadores casuales.
Desde la óptica del jugador, pareciese que el enemigo fuese Kassouff por sus formas de enlentecer el juego y de enervar rivales, mientras para los espectadores la jauría de jugadores que no pudieron poner el otro cachete son los villanos, que no pudieron responder de manera fría y madura ante lo que es una muy válida estrategia para el poker en vivo, aunque algo abrumadora. Mentalmente, Kassouff los derrotó a todos. Hizo del «speech play» abrasivo una marca registrada, guste o no, y hay que destacar que nunca fue agresivo ni llevó las discuciones a nivel personal o con insultos, mientras sus rivales sí lo hicieron. El precio que tuvo que pagar fue ser el centro de la polémica, e irse con algo menos que amigos del lugar.
Qué prefieren ustedes para el juego ¿un persistente payaso parlanchín, que agota los nervios de la mesa, o supuestos profesionales del juego explotando, iracundos, soberbios y en manada?