Revista N°2 – Yo, Jugadora de poker, ladylogia
Sección. LADYLOGIA
Titulo: Yo, jugadora de poker
Por: María Sol Giménez
¿Conocés personas que te preguntan qué haces? ¿A qué te dedicás? Cuando lo hacen conmigo, lo primero que les digo es que juego al poker, aunque mi profesión sea la de martillera pública.
Muchas veces me pregunto qué me lleva a responder de esta forma. Pienso que puede ser porque desde hace más de dos años que juego y es una de las cosas que más me gusta hacer. Las reacciones son muchas, y diferentes. La primera es el rostro de asombro de los que me escuchan; después, preguntan dónde se juega; les decís que lo hacés en salas, y te preguntan qué salas; cómo es, etc. Y creo, sobre todo, que el asombro es por ser mujer.
Sucede que siempre me gustaron los juegos de cartas. Lo común en nuestro país es jugar al truco, yo lo hacía desde chica con mi primo mayor. Nunca se nos terminaban las ganas de jugar, incluso me hacía mezclar las cartas todas las manos. Y yo siempre lo hacía sin quejarme. En el truco también existe la competencia, distintas estrategias, diferentes modos de jugar, adversarios que poseen estilos propios, eso hace que uno desarrolle la capacidad de clasificarlos según su estilo.
Pero bueno, sigamos con el poker. Una mañana, por casualidad, me quedé en casa, en la tele estaban dando un programa que ofrecía un viaje por crucero. Había que entrar a una página web. Me encontré que si ganaba un torneo, uno de los premios era este viaje: así entré a este mundo con tantas facetas. No gané el torneo, pero sí un viaje de ida al fabuloso mundo del poker, del que no quise volver.
A la semana deposité unos 200 dólares, se acreditaron y me dispuse a jugar. Entré a una mesa donde la ciega grande era de dos dólares en Hold’em No Limit. Primera mano, pre flop J4 de distinto color, posición media. Delante de mí uno sube 10 dólares, otro iguala, yo subo 40 más: me igualan ambos. Flop 4 10 A. El que venía subiendo vuelve a subir, el otro se va y yo igualo. Ahora, a la distancia, comprendo que venía errando desde la entrada, es decir, desde que me senté a la mesa. Para el turn una K: mi adversario va all in. ¿Qué hice? Fui all in. El river tiró un 4. Mi adversario exhibe doble par de AK. Gané. El jugador al que le había ganado no podía entender lo que había hecho. Dentro de mí pensé: hace media hora que juego, no entiende mi estrategia por eso gané. La realidad es que no existía ninguna estrategia, no entendían mi juego porque ni yo sabía qué era lo que estaba haciendo. Dos horas después ya no tenía más nada en la cuenta.
Había jugado muy, pero muy mal. Siempre me voy a acordar de ese J4, porque fueron la base que me impulsó a seguir y seguir, a entender cómo había perdido, a saber cuáles habían sido las causas, los errores, a tener la perseverancia de analizar cada situación. No siempre se gana cuando se empieza y cada vez que se pierde, es bajar un escalón.
Perseverar es tener la constancia, la firmeza de realizar algo. Para terminar les dejo una pequeña historia que me hizo entender que cuando se quiere algo, es posible conseguirlo. Cuando estaba en la secundaria, un día yendo para la escuela estaba parada en una esquina a las 7.35 de la mañana y escuché, detrás de mí, que alguien me saludaba. Era primavera. No le di mayor importancia y seguí camino. Durante las dos siguientes semanas, pasó lo mismo: alguien que no conocía me llamaba. Hasta que un día volteé la mirada y vi a un señor ya anciano. Desde un balcón me saludaba. Me pareció inofensivo, entonces lo saludé. Todas las mañanas esperaba para verlo desde su balcón a que me salude. Llegaron las vacaciones, pasé por la esquina frente a la plaza y me saludó desde una ventana. Eso me llamó la atención: fue la última vez que lo vi.
Años después, ya en la facultad, volví a pasar por el lugar y llamé a la puerta. Me atendió una señora mayor. Era un hogar de ancianos, pregunté por ese señor que todos los días me saludaba y ella lo recordó: “Siempre a la misma hora esperaba y salía al balcón”. El último día que me saludó no fue el “buen día”, como todas las mañanas, sino que desde aquella ventana fue un “adiós”. En particular pienso que fue un “hasta siempre”.
Lo que quiero decir con esta historia es que tal vez fue su perseverancia, sin importarle la negativa, lo que hizo que consiguiera que lo saludara todas las mañanas.
Hoy puedo decir que esa perseverancia es un pilar muy importante en mi vida y en el poker. Porque puesta al servicio de aprender hace que hoy pueda decir “soy jugadora de póker”.
¡Hasta la próxima!