Poker Para Todos: Daniel «el jugador»
Dialogo entre Asmodeo y el ruso Salzman, de Dolina.
Francisco Morresi nos cuenta una divertida historia sobre Daniel apodado «El Jugador», quien hacia alarde sobre su juego tan peculiar.
Asmodeo: Soy Asmodeo, inspirador de tahúres y dueño de todas las fichas del mundo. Conozco de memoria todas las manos que se han repartido en la historia de las barajas. También conozco las que se repartirán en el futuro. Los dados y las ruletas me obedecen. Mi cara esta en todos los naipes. Y poseo la cifra secreta y fatal que han de sumar tus generalas cuando llegue el fin de tu vida.
- Salzman: ¿No desea jugar al chinchón?-
- Asmodeo: No, Salzman, Vengo a ofrecerte el triunfo perpetuo. Con solo adorarme, ganarás siempre a cualquier juego.-
- Salzman: No se si quiero ganar.
- Asmodeo: ¡Imbécil…! ¿Acaso quieres perder?
- Salzman: No, tampoco quiero perder.
- Asmodeo: ¿Que es lo que quieres entonces?
- Salzman: Jugar. Quiero jugar maestro….Hagamos un chinchón.
Daniel comienza los torneos con una estrategia clara: Pasar el tiempo como un cachorro suelto y exultante, invitando en todas, pero TODAS las manos a jugar su imberbe y desmedido repertorio de subir y re subir sin sentido, sin posición y hasta a veces, sin estar las cartas repartidas.
No terminó aun el primer nivel y ya enfermó a cuatro jugadores en una mesa de ocho, enseñándole las mentiras, y embocándoles el escalón olvidado de camufladas escaleras.
Los otros tres participantes lo acarician: saben llevar bien al cachorro y éste, fiel como ninguno, les entregará las fichas que pícaramente les sacó a los vecinos, que furiosos y pensando en cagarlo a patadas, se tildan y no toman las fáciles y acertadas decisiones que deberían.
Pero lo que realmente importa entender aquí, es que Daniel no piensa nunca en ganar, ni en llegar a cobros, ni en perder. Aunque sí sabe que el dinero es una herramienta inalterable para jugar. Y eso lo frustra, estoy seguro.
Si él tuviese el respaldo económico que le permitiera proyectar sus condiciones lúdicas, sin dudas sus resultados mejorarían en un porcentaje altísimo y su nivel hasta podría medirse en Las Vegas, y no pasaría vergüenza alguna.
“A Él le gusta mandar fichas y no hay con qué darle…” Explica más toscamente el Gringo sobre el comportamiento de Dani, y tiene razón. Seguramente en su alma de niño, el hecho de manejarse con fichas sea lo que más le interesa del juego: Pagar, subir, acomodar pilas, dar cambio, armar pozos. Moverlas, activarlas… darles vida. Tiene un swing muy particular en el manejo de las mismas. A veces da gusto verlo apostar o acomodar sus torres. Pero son tan fugaces tanto una acción como la otra, que pierden consistencia inmediatamente. De hecho, uno de los comentarios más comunes en las partidas es…:“¡¿No tenias dos pilas enormes recién, Daniel?!”.
En este artículo voy a obviar un montón de cuestiones fundamentales; introductorias; para entender y comprender la gracia de este personaje citado. No obstante, tendrá lugar en otra ocasión…
Es que me guardo para cuando me mande a casa recontra caliente después de hacerme pisar el falso escalón de sus escaleras invisibles, que encuentra de casualidad, revolviendo en la basura de un flop baldío. Y quién podría juzgarlo.
Al fin y al cabo lo hace por la misma razón que un cachorro escarba la tierra de un jardín, o trae el diario con su boca. Lo hace por jugar.