¿Nuevo modelo de embajadores de la WSOP y el poker?
Los ganadores recientes no parecen impactar tan positivamente como embajadores en el público y espectadores: tanto Martin Jacobson (ganador en el 2014) como Ryan Riess (2013) y Pius Heinz (2011) son ejemplos claros de jugadores que no se han interesado por su personaje fuera de la mesa. Campeones correctos, de buen juego, simpáticos y educados, pero sin la chispa sobresaliente que define a una figura por sobre un deportista. Sin ese fulgor que hace rotar cabezas y hace que el público cualquiera se pregunte: «¿Quién es este muchacho?
Jacobson incluso tuvo una entrevista para hablar de su triunfo en la CNBC el año pasado, que fue recortada por varios minutos debido a la falta de interés de una audiencia general.
Campeones sin mucho filo fuera de la mesa.
El ejemplo de Chris Moneymaker no es menor: captó una enorme porción de posibles jugadores simplemente siendo quién es, representando a los amateurs en un campo donde parecían no tener mucho espacio. El poker ahora ha avanzado, y se necesitan embajadores dinámicos, adeptos a discutir el juego públicamente, defender posturas y promoverlo con fuego. Ganar un gran torneo sería tan solo el inicio. Uno que sea la razón por la que revisamos las noticias de cada torneo; que dé que pensar con declaraciones, que traiga el concepto de hinchas y aficionados al juego.
Un nombre para la historia.
Los mejores embajadores hoy por hoy son de la vieja guardia: tanto Daniel Negreanu con su vocal simpatía, Phil Hellmuth con su inherente amor por la controversia, Phil Ivey por su estatura y respeto, Antonio Esfandiari con su energía casi mística son los ejemplos más claros de jugadores que trascienden el paño. Algunos más jovenes como Daniel Colman, Max Steinberg y Ole Schemion han distinguido una personalidad sea controversial, vibrante o llamativa más allá de la mesa. O tal vez el siempre llamativo Dan Bilzerian, que se convierte en mito y promueve el juego del poker con su lujo, séquito y total falta de precaución en los medios. Es por la misma razón que se le reclama a Messi lo que tuvo Maradona. O porque movió más interés Martín Palermo que muchos otros jugadores de su posición, incluso mejores y más talentosos.
Dan Bilzerian, un embajador poco convencional del poker.
Joe McKeehen es el paroxismo de este ejemplo: un ganador de la WSOP que sin dudas lo tuvo merecido, pero espantó espectadores, fue el eje de una transmisión que adormeció y casi ni celebró su triunfo en el momento. Sus entrevistas fueron tibias, sin sangre (como lo fue la Mesa Final) y no parecieron ofrecer un embajador que despierte de nuevo al deporte. Porque cuando uno se convierte en el mejor del mundo (por lo menos con título), a veces hacer bien su trabajo no parece suficiente. Al haber ganado tamaño torneo, se convierte en la nueva figura representativa de un juego que busca a su nueva estrella. Pero por ahora no la encuentra.