Sección: PERFILES INTERNACIONAL
Titulo: Phil Ivey, el hombre que ya es leyenda
Por: José Viaggio
—Quiero decirle que me llamo Phil Ivey. Así debe llamarme a partir de ahora.
—Pero…
—No, no soy Jerome Graham, todo este tiempo jugué con un documento falso. No hay nada que puedan hacer, acabo de cumplir 21 años y ahora soy Phil.
El diálogo –o monólogo, mejor dicho– fue el inicio de la leyenda. Es casi una regla cinematográfica: todo gran jugador lleva consigo una gran historia. Y Phil Ivey tiene la suya. No le tembló el pulso –nadie vio que le temblara alguna vez, a decir verdad– cuando enfrentó a la supervisora del casino Tropicana, en Atlantic City, para decirle que durante dos años jugó en las mesas de poker con una identidad falsa siendo menor de edad. A la mujer le corrió un viento helado por la espalda, sin palabras sólo se limitó a decir “Ok, Phil”. Sabía que el joven tenía razón y no podían prohibirle nada. Y sabía Ivey que liberarse de esa manera, de empezar a ser Philip Ivey –su nombre completo–, iba a ser el inicio de algo grande.
Dos horas de viaje por día tenía hasta Atlantic City desde Roselle, donde vivía con su familia. Después de cumplir con su horario laboral en una empresa de telemarketing, tomaba un ómnibus que lo depositaba en la “pequeña Las Vegas”. No tardó en hacerse conocido entre los habitués del Tropicana. Incluso hasta los dealers de las mesas en las que el inexperto Phil perdía gran parte de su salario lo apodaron “No home Jerome” (Jerome sin casa) debido a la gran cantidad de horas que se pasaba jugando. Ese apodo fue el que utilizó durante años en las salas online. Jerome Graham era, en realidad, un compañero de trabajo de Phil.
Las primeras experiencias fueron malas, pero lejos estuvo de desanimarse. “Se aprende de la gente con la que juegas. La mejor forma es sentarse, jugar, aprender de los errores, y perder dinero. Debes estar dispuesto a perder. De esa forma mejorarás”, reconoció años más tarde. Aquellos malos tragos no le impidieron mudarse a Atlantic City a los 20 años: ya había decidido que quería ser jugador profesional.
Su pasión por el poker no nació por arte de magia. Su abuelo Bud le enseñó a los ocho años los primeros pasos con la variante Stud de cinco cartas. “Me hacía trampa porque no quería alentarme a jugar”, recordó en una entrevista Ivey. Como se ve, la estrategia del abuelo produjo el efecto contrario en su nieto.
En el 2000 llegó su primera gran victoria, con 23 años ganó su primer brazalete en la WSOP. Lo hizo al ganar el evento 14, un torneo de U$s 2.500 de Omaha con límite. Venció en la mesa final a un histórico como Thomas “Amarillo Slim” Preston, que nunca había perdido en una definición en un evento de WSOP. Y antes había dejado en el camino a nombres como Dave Colclough, David Ulliot y Phil Hellmuth. Se alzó con un premio de casi 200 mil dólares. Desde entonces se convirtió en una máquina de ganar.
Dos años más tarde, Ivey volvería a hacer historia al conseguir tres brazaletes en un mismo WSOP al quedarse con los eventos 5, 16 y 23. Todos en modalidades diferentes: 7-Card Stud de $1.500; 7-Card Stud Hi/Lo de $2.500 y un SHOE de $2.000 (juegos mixtos que incluyen Stud Hi, Hold’em, Omaha Hi/Lo y Stud Hi/Lo). Se convirtió en el tercer hombre en la historia en ganar tres brazaletes un mismo año, junto a Phill Hellmuth y Ted Forrest. A los 25 años ya estaba considerado como uno de los mejores jugadores de la historia. Su capacidad para jugar (y ganar) en todas las variantes del poker le dieron el rótulo de mejor jugador all round.
Su mirada fría, distante, intimida. Hay quienes dicen que observa a sus rivales de la misma forma que un sicario antes de asesinar a su víctima. Sin mover un músculo de la cara, sin inmutarse si pierde una mano o gana otra. Esa agresividad a la hora de jugar se convierte en timidez fuera del paño. Reservado de su vida privada, llegó a ofrecer 200 mil dólares para evitar una sesión de fotos. Tampoco repara en gastos a la hora de darse gustos, vive en una mansión en Las Vegas junto a su esposa Luciaetta –la conoció cuando los dos trabajaban en la empresa de telemarketing–, maneja un SLR McLaren de 500 mil dólares y un Rolls-Royce Phantom de 400 mil.
El golpe más duro lo sufrió en 2003, cuando quedó eliminado en la 10ª ubicación del Evento Principal del WSOP por Chris Moneymaker –sería el campeón– con un full de ases y reinas sobre su full de ases y nueves. Este año pudo saldar la deuda de llegar a la mesa final y ser uno de los Nueve de Noviembre, pero a pesar de ser uno de los favoritos en las apuestas, quedó en la séptima ubicación –se llevó un premio de 1.400.000 dólares–. Después de cuatro años, también sumó dos brazaletes más a su palmarés al ganar el evento 8 (U$s 2.500 2-7 Lowball) y el 25 (U$s 2.500 Omaha/7-Card Stud Hi/Lo). Hace algunos años Ivey declaró que se retiraría cuando gane 30 brazaletes.
Fue noticia en 2006 cuando le ganó, en tres días, 16 millones de dólares al magnate de Las Vegas Andy Beal, que desafió a los mejores jugadores del mundo –a este selecto grupo se lo llama La Corporación– a partidas mano a mano. Desde ese día, Beal nunca más jugó al poker. Con más de 12 millones en ganancias, es uno de los cinco más ganadores de la historia.
Aficionado al golf, incluso uno de sus apodos es “Tiger” (no le gusta para nada) por su parecido físico a Tiger Woods, también tiene lugar en su agenda para participar en obras benéficas y hasta tiene su propia fundación. Es tanto lo que genera su imagen que en noviembre la prestigiosa revista Fortune Magazine lo catalogó como una de las mentes financieras más creativas, estratégicas y brillantes del mundo. Sin dudas lo es. Y apenas tiene 33 años.
