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Revista N°8 – El Gran Bluff

Sección: HISTORIAS

Titulo: El gran Bluff

Por: Luís “pancho48” Azcarate


Al Negro Isidoro lo conocí en la escuela cuando tenía 10 años, estábamos en la primaria. El negro fue típico porteño ventajero, pícaro, muy despierto pero simpático, te la podía hacer pero nunca te podías enojar con él; te compraba con una sonrisa, vos te reías y por dentro decías “qué negro hijo de…”

Fuimos creciendo y sus andanzas se fueron haciendo cada vez más conocidas y comentadas: a los 20 años fue a trabajar de peluquero de perros y el tipo después de pelarlos les vendía desenredante (¿a un perro pelado?), el Negro era así, y si el viejo doctor Luna (veterinario dueño de la peluquería) todavía viviera, daría fe de mis palabras.
Cuando empezamos a ir a bailar, mientras todos dábamos vueltas por el boliche, Isidoro se paseaba por la disco con la mina más linda agarrada de su brazo, mirando por encima de sus hombros a todas las demás chicas y vanagloriándose del trofeo obtenido, (el trofeo era el Negro) por Dios!!! Qué poder de palabra tenía. En los tres años que paramos en ese boliche jamás lo vi bailar, ganaba parado en la barra con su vaso de Gancia con vodka.
Cerca de sus 30, me contaron que en un circo se peleó con un oso por 50 pesos, una de sus apuestas locas. Con tal de no trabajar hacia cualquier cosa. Como aquella vez que lo encontré vestido con traje y corbata y me mostró una credencial de inspector que había falsificado y salía a pedir coimas. O aquella vez que cuando estábamos caminando por el barrio vimos cómo una camioneta llena de coreanos se llevó por delante un auto estacionado. El negro salió corriendo agarrándose la cabeza diciendo que le habían chocado el coche sacándoles a los nipones 200 mangos para evitar llamar a la policía. Cuánto talento al servicio del verso.
Pisando los 40, se compró su primera computadora. Obviamente que lo primero que intentó fue el levante por chat, después de varios fiascos en encuentros con mujeres que no eran lo que mostraban las fotos, se dio cuenta que para ganar había que hacerlo en vivo.
Hasta que navegando por Internet descubrió el poker y vio la manera de poder vivir sin laburar. En una sala on-line comenzó a ganar de a poco algo de dinero, que lo motivó a estudiar más profundamente el juego; toda la picardía suya la llevó a las mesas en vivo y on-line. Un tipo con mucha calle que los volvía locos con el chamullo, hasta que se daba cuenta cuando mentían y sacaba su ventaja. No era que ganaba todos los torneos en vivo que jugaba, pero metía premios seguido. Eran torneos en clubes chicos donde las recompensas no te salvaban.
El hermano menor de Isidoro se llamaba Fernando, era la cara opuesta: derecho, laburador, fiel e inocente. Tenía apenas cuatro años menos y lo idolatraba. Cuando cumplió 22, se juntó con una chica y se fue a vivir a al Noroeste, en un pueblo de 30.000 habitantes. Tal era su idolatría por su hermano que aprendió también a jugar al poker. Después de unos años de vivir en el pueblo se hizo de un grupo de amigos que compartían la misma página de Internet y se juntaban en mesas cordiales por poco dinero los fines de semana. El grupo fue creciendo a tal punto que en el club barrial armaron varias mesas y organizaban torneos. El éxito fue tal que comenzaron a organizarlo todos los meses, con la inscripción cada vez un poco más alta, convocando a jugadores de pueblos vecinos.
Fernando hablaba siempre con su hermano, no se cansaba de invitarlo a pasar las fiestas o unas buenas vacaciones. Isidoro también quería pero nunca se hacia tiempo para visitarlo.
El Negro era mentiroso por naturaleza, era más fuerte que él, le gustaba que lo admiren por sus locuras y como su hermano en ese pueblo estaba muy alejado del mundo del poker en Capital, cada vez que chateaban él le contaba una historia diferente que aumentaba más su admiración. Hasta que una vez se entusiasmó y le contó que había ganado un asiento en la Serie Mundial en Las Vegas. Nunca pensó en el revuelo que posteriormente se armó en ese pueblo del Norte.
Las mentiras del Negro estaban bien fundamentadas, las armaba muy complejas. En este caso, buscó la fecha de comienzo del torneo y el muy caradura se conectaba por chat y decía que estaba en Las Vegas jugando. En el pueblo se juntaban los amigos de Fernando para seguirlo y mandarle el apoyo. Casi, casi era el ídolo del pueblo sin haberlo pisado jamás. Isidoro ya estaba al tanto de la admiración que estaba generando y le pidió un favor a un amigo (muy capaz en temas de computación y fotografía) que le arme unas cuantas fotos montadas. Aparecía con Raymer (los dos con los mismos lentes), otra con Phil Hellmuth y la de Negreanu en la misma mesa, mirándose mal. Cuando las mandá para la muchachada inmediatamente fue fondo de escritorio de todo aquel que jugaba poker en ese pueblo, que no eran pocos.
El Negro contó que quedó afuera del torneo poco antes de la mesa final, lo que aumentó aún más su popularidad. Creo que si en ese momento se postulaba para intendente del pueblo, y no se si no ganaba.
La cantidad de mails que recibía de amigos de su hermano y de jugadores de los pueblos vecinos era tal que se la creyó y aumento la apuesta contando que en cualquier momento verían en Internet un programa especial de televisión con los grandes del poker.
Ya estaba en la cima de su ego, tantas palabras de admiración e invitaciones recibía por correo que decidió hacerse presente en esta “tierra prometida”. Antes de viajar, se preparó todo el arsenal comprando remeras truchas, gorras y hasta una campera de Las Vegas para su hermano.
Ante tal acontecimiento (vendría el hijo prodigo del lugar que nunca conoció el pueblo) decidieron organizar un torneo especial en su homenaje sin decirle nada, para sorprenderlo y mostrarle su admiración. Hasta algún pasacalle de bienvenida se podía ver en la plaza principal.
Cuando el negro llegó y bajo del micro, recién ahí tomó conciencia de la magnitud de la mentira que había creado. Se le fue de las manos, había un torneo especial en su nombre y ese era el evento del mes. Si el Negro no llegaba a la mesa final cuadruplicando al segundo en fichas era un fracaso.
Era consciente de que jugaba bien, pero no era ningún fenómeno. Las fichas no se las podía sacar de prepo a esa gente, y menos con el respeto que le tenían de antemano.
Se le organizó un asado en la casa del hijo del intendente, donde concurrieron casi todos los jugadores inscriptos al evento. Desde que bajó del micro hasta que se dispuso a almorzar no pararon de preguntarle intimidades de lo que fue su excursión a Las Vegas, lo volvieron loco. Pero lo disfrutaba, estaba a sus anchas, la gente le mostraba su adoración. Pero cuando bajaba a la tierra se daba cuenta que era muy difícil zafar de la situación. Después del asado, la gente de dinero del pueblo se lo disputaba para llevarlo a su casa, tomar una copa y compartir una charla con la “nueva celebridad”; a esta altura, Isidoro ya no sabía qué era verdad y qué era mentira en la historia, se la había comprado él mismo y en las charlas seguía fabulando.
Luego de conocer a los más influyentes de la zona, fue a la casa de su hermano a dormir un rato para estar fresco para la noche, mientras pensaba una salida decorosa para lo que vendría.
Por fin llegó la hora, con demora, el Negro entró al salón (se quedó dormido) y lo justificó el intendente en su discurso de apertura, que obviamente Isidoro ni escucho. La hija de doña María (Martita), la más linda del pueblo, lo acompañó hasta la mesa principal. Se sentó en una de las esquinas, se puso los lentes y por encima de la gorra se calzó la capucha. En la previa, con esa facha y con todo el circo, parecía un pro de Las Vegas.
En las primeras manos se dio cuenta de que nadie se quería cruzar con él. Cada vez que el Negro recibía una bomba, subía y toda la mesa foldeaba casi a la vez. Ante este panorama, subía cada vez con mayor frecuencia y su stack fue aumentando considerablemente. Cuando apenas ligaba, completaba y ahí hacia la diferencia. Todo redondo le salía, y con muchas fichas presionaba más y más. Imagínense que si con las mismas fichas no le jugaban, siendo chip líder menos, y se fueron eliminando jugadores hasta que se armó la mesa final. Donde el negro lideraba con comodidad, el miedo del cruce con él era su estrategia y cuando quedaron 9 se levantó de la mesa para que los demás arriesguen entre ellos y se desangren. Lideraba cómodo, se daba el lujo de no entrar y así quedaron los 4 últimos. En la primera mano de esta instancia, levantó AA: jugó agachado, el primero habló y el segundo pagó. El Negro se jugó arriba, el flop trajo A-4-4, full servido y afuera dos mas. Se armó el Heads Up final, que por la gran ventaja que había sacado lo obligaba a apretar aún más al rival, que casi estaba obligado a ver con nada. Así el Negro ganó el torneo.
La gente estaba feliz, el favorito de todos se llevaba el trofeo, comenzó la entrega de premios y el discurso del intendente fue más o menos así: “Gracias a todos los participantes, se recaudaron más de 100.000 pesos en premios. Tuvimos la suerte que nuestro gran invitado, un profesional que participó en torneos por millones de dólares en Las Vegas y que se codeó con los mejores del mundo, fue el ganador. Este hijo adoptivo, orgullo de nuestra tierra, sabiendo las necesidades del pueblo, de nuestra salita de primeros auxilios y del comedor infantil, nos demostrará una vez más su gran presente y éxito, donando su premio a una obra de bien. Le agradecemos infinitamente su visita y esperamos que pronto vuelva y nos haga sentir orgullosos por destreza en las mesas de poker del mundo. Le hacemos entrega del trofeo y el simbólico cheque de 40.000 pesos para los más necesitados”.

Cuando escuchó esas palabras, el Negro quedó rosado o blanco, tanto laburo, tantos nervios, toda esa estafa maestra en ganar el torneo se desvanecieron. No podía llevarse la plata. Su decepción fue tal que se le deslizó una lágrima y todos creían que era de emoción. Le devolvió el cheque al intendente diciendo que lo donaba en partes iguales a la salita y el hospital, y el aplauso mezclado con gritos de aliento fue ensordecedor. El Negro estaba desconsolado por no poder llevarse una moneda después de tanto trabajo. Pero bueno, así es como fueron las cosas.
Este fue “un gran bluff” donde los beneficiados fueron los primero estafados. La última mano la perdió Isidoro, pero su imagen quedó intacta. Ahora el pueblo tenía más comodidades para atender a sus enfermos y mejores recursos para su comedor infantil.
El Negro se llevó la admiración de todos, su ego en alza más que nunca pero los bolsillos vacíos después de ganar el torneo más grande que jugó alguna vez.

72off

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Fernando Gatto

Content Planner & Community Manager - LATAM. Con más de 17 años informando sobre todo lo que pasa en el mundo del Poker en español. Desde 2006 trabajando con programas de afiliados de Poker y monederos eletrónicos. Desde 2008 presente en SAGSE y participando en EG PowerLatam - Desde 2009 cubriendo en vivo la WSOP - Serie Mundial de Poker en Las Vegas - 2009/2010 CEO y Director de la Revista Pokerlogia - 2011 Colaborador en la Revista CardPlayer - Desde 2009 hasta hoy CEO de Pokerlogia.com - Desde 2019 hasta hoy creando contenidos y manejando las Redes Sociales de 888Poker para LATAM.

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